Sobrino del director de la PDI fue condenado por cuasidelito de homicidio y sigue en la institución
Un verdadero terremoto se ha vivido en las últimas semanas al interior de la Policía de Investigaciones de Chile tras la difusión de una carta anónima que denuncia maltratos del Alto Mando, una escasa afinidad del personal con los jefes policiales y paupérrimas condiciones de trabajo en la persecución de delitos complejos.
La situación llegó a su punto máximo el miércoles 24 de septiembre, cuando la Dirección General convocó a una reunión urgente a eso de las 11:30 horas para buscar una solución a la ola de ataques dirigidos a la gestión del prefecto Marcos Vásquez Meza, el “número uno” de la policía civil. En la interna se comentó incluso la posible renuncia de algunos integrantes de la plana superior de Investigaciones.
Las críticas se orientan principalmente a la designación del mandamás de la Zona Metropolitana, prefecto Luis Sandoval Monteiro, como encargado de coordinar la investigación de los “bombazos”. Entre los funcionarios se comentan serias acusaciones vertidas en contra del jefe policial: conflicto de intereses en la causa del incendio que afectó a la Cárcel de San Miguel, obstrucción de diligencias de microtráfico y la extraña persecución a un subprefecto que investigaba el homicidio del senador derechista Jaime Guzmán Errázuriz.
El último tropiezo que agotó la paciencia de los detectives ocurrió después del robo en la “Tía Rica”. Trascendió que la primera orden de Sandoval fue recorrer las joyerías capitalinas a eso de las 8 de la mañana, cuando ningún local estaba abierto. ¿El objetivo? Encontrar las joyas robadas. Los policías no sabían qué buscar, ya que la Dirección de Crédito Prendario todavía no identificaba las especies que habían sido sustraídas.
Pero lo que más perturba los ánimos del personal, tomando en cuenta el proceso de calificaciones que este año evaluará su desempeño, es el comentario de que la “ley pareja no es dura”. En otras palabras, que el reglamento institucional no se estaría aplicando para todos.
Ejemplo de esto – según comentan funcionarios que pidieron reserva – es el accidente automovilístico que hace algunas semanas protagonizó el comisario Moisés Medel Vásquez, sobrino del actual director Marcos Vásquez Meza, y quien actualmente se desempeña en la Brigada de Robos (BIRO) en el sector Oriente de la capital.
El hecho ocurrió en la intersección de Avda. Libertador Bernardo O’Higgins con Avda. General Velásquez, en la comuna de Estación Central. Cerca de las 3 de la madrugada, la Central de Comunicación de Carabineros (Cenco) informó que Medel había chocado con un minibús conducido por un funcionario en retiro de la policía uniformada, en aparente estado de ebriedad. El detective, quien pasó a disposición del 6º Juzgado de Garantía de Santiago, quedando luego en libertad, no habría querido someterse a los procedimientos administrativos de rigor, como un examen de orina para la detección de drogas.
Lo anterior no causaría tanto resquemor interno, si no fuera porque en julio de 2005, cuando se desempeñaba en Chañaral, el comisario Medel sufrió un volcamiento en el que resultó fallecida una menor de edad. Pese a quedar firme su condena por cuasidelito de homicidio (ver fallo de la Corte de Apelaciones de Copiapó en web del Poder Judicial), debiendo cumplir una pena de quinientos cuarenta y un días de reclusión menor en su grado medio, el sobrino del “número uno” continuó trabajando en la PDI: fue sacado del norte y trasladado a Osorno, como jefe de la BIRO.
Este nuevo episodio profundiza la desmotivación y frustración que hoy atraviesan muchos policías honestos que ven afectada su integridad como empleados del Estado, frente a persecusiones arbitrarias del Alto Mando de Investigaciones.