Las raíces occidentales del fanatismo islámico

En este momento ya es de común conocimiento que los servicios de inteligencia occidentales dieron rienda suelta al fanatismo y sectarismo islámico en Libia, Siria y otras partes de Medio Oriente para alcanzar sus objetivos geopolíticos.

Los mismos jihadistas radicales que la OTAN respaldó en Libia están ahora amenazando con consumir la región en caos y sangre, todo en beneficio del complejo industrial militar, intervencionistas occidentales neo-imperialistas y el gobierno extremista de Israel.

Ambos lados del conflicto están controlados por los mismos intereses financieros que crearon las condiciones para una guerra permanente entre occidente y el mundo musulmán.

En Libia, Washington y sus socios de la OTAN levantaron el perfil político de terroristas jihadistas pintándolos como revolucionarios amantes de la libertad que estaban combatiendo una guerra noble contra Gaddafi. Fue toda una distorsión de la realidad, y funcionó en su momento, como lo hizo en Afganistán durante los ochenta para combatir a los soviéticos (financiando a Osama Bin Laden).

Pero la crisis fue inevitable. Haya sido provocada espontánea o artificialmente la crisis, las consecuencias de esta loca política era totalmente predecible.

Los acontecimientos del 11 de septiembre de 2012 muestran que las actividades encubiertas e ilegales de Washington crearon un suelo fértil para el terrorismo y el anti-americanismo, no la libertad ni la democracia. Este escenario es el que Washington tuvo todo el tiempo en mente, ya que la máquina de guerra estadounidense necesita enemigos constantes a los que combatir. Ellos sabían que la estrategia de armar a extremistas radicales se les devolvería, pero no les importaba.

De hecho, la élite de política exterior de Washington depende de tragedias como el asesinato del embajador Stevens, dado que tales acontecimientos les permiten distanciarse de los extremistas islámicos, anteriormente descritos como “luchadores por la libertad”.

Tony Cartalucci entregó su mejor análisis de la crisis en Libia en su artículo, “US Ambassador’s Death: Fruits of US Foreign Policy.” A continuación un extracto:

“Claramente, los involucrados en derrocar el gobierno de Libia y quienes intentan derrocar el gobierno de Siria, no son ‘luchadores por la libertad’, sino conocidos terroristas. Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Europea están violando sus propias leyes domésticas contra el terrorismo, como también la ley internacional, en su continuo esfuerzo por apoyar a organizaciones terroristas enlistadas.»

Lo que era una movida relativamente benigna de relaciones públicas para disasociar a Estados Unidos y su “promoción democrática” de organizaciones terroristas, ha dejado ahora a un alto diplomático estadounidense muerto, y la narrativa de política exterior occidental en mayor peligro.

Nile Bowie también escribió un artículo excelente llamado, “Poetic Justice Finds US Enablers of Terror,” en el cual puso atención sobre la irracional naturaleza de la política exterior estadounidense. A continuación un extracto:

“Para el embajador Stevens, un exponente inicial de la zona de restricción aérea y partidario excepcional de la campaña de la OTAN en Libia, la muerte que enfrentó fue entregada por los mismos militantes a los que dio cabida. El razonamiento patológico de bombardear un país para “salvarlo de la destrucción” refleja la irracionalidad de la dirección en política exterior que está siendo llevada bajo la administración Obama y su rabiosa Secretaria de Estado”.

La violenta reacción al film anti-Islam de esta semana, que ni siquiera es un film real y sólo existe en la imaginación de musulmanes y el resto del mundo, está destruyendo la ya dañada reputación del Islam en occidente. La bandera falsa del 11-S fue realizada, en parte, para legitimar la retórica anti-islámica de Occidente, y este extraño episodio desacredita aún más la imagen de los musulmanes en la mente occidental. Pero lo que vemos no es el Islam verdadero. El Islam no es una religión de fanatismo.

Las protestas anti-estadounidenses en varias embajadas de Medio Oriente contienen diversos grupos de personas, que poseen cada uno sus propias agendas y razones para asistir a las manifestaciones: 1) el elemento criminal, 2) el elemento del extremismo islámico, 3) el elemento genuinamente enfurecido, y 4) el elemento frustrado y aburrido.

En un artículo anterior, he caracterizado a los manifestantes y quienes queman banderas como “fanáticos salvajes”, pero esto no es justo para todos. Protestas son algo sano, incluso si se trata de la quema de banderas, ya que al menos es hacer algo en vez de mirar televisión y jugar videojuegos. Están cansados de la agresión occidental a las tierras musulmanas y están usando esta oportunidad como un vehículo para expresar su ira. Están demostrando su enfurecimiento masculino natural al objetivo correcto: el malvado imperio estadounidense.

Las políticas encubiertas del malvado imperio estadounidense es la razón más grande para el crecimiento del fanatismo islámico. Washington financia madrazas en Afganistán; arma a islámicos radicales en Siria y Libia, y escenifica operaciones de bandera falsa como crisis diplomáticas y ataques terroristas como el 11-S.

Encima de todo ello, el aliado más grande del imperio estadounidense en Medio Oriente es uno de los regímenes más despóticos y corruptos de la historia: la monarquía saudita. Chris Floys dice en su artículo “Great Expectations: Benghazi-Style Blowback an Integral Part of Terror War System”:

“Ningún grupo en el mundo ha hecho más por propagar el extremismo violento y retrógado que los reales saudíes (cuyo régimen es mucho más represivo que el de los diablos persas en Teherán o el Hitler de Damasco) – sin embargo, a cada paso, son cortejados y mimados con miles de millones de dólares en equipamiento militar por ostensibles defensores de la libertad en Washington.

Por supuesto, los sauditas han tenido demasiada ayuda en el fomento del fundamentalismo. Empoderar a extremistas ha sido desde hace mucho la táctica favorita de las élites occidentales amantes de la libertad. Estos sabios líderes han estado 50 años destruyendo cada vestigio del espacio secular cívico en Medio Oriente, cada vestigio de la oposición secular a sus favorecidos dictadores, títeres y señores feudales de la región”.

Los gobiernos tiránicos de Estados Unidos y Arabia Saudita encienden las llamas del extremismo sunita en casi cada país del mundo musulmán, y luego voltean y se preguntan: ¿Por qué estos musulmanes están tan enloquecidos por nada?” ¡Qué manipuladores! ¡Qué diablos!

II. La traición a la juventud musulmana sunita

Existen verdaderas injusticias de la que los musulmanes debieran estar enfurecidos: ataques ilegales de centinelas estadounidenses, saqueadores foráneos en países musulmanes, frecuentes invasiones estadounidenses e israelíes a tierras musulmanes, y la traición de los valores musulmanes por parte de las élites árabes.

En este entorno, el enojo hacia Estados Unidos y occidente está completamente justificado. ¿Pero cómo está siendo canalizado este enojo al nivel político?

La juventud chiíta está representada por Irán y Hezbolá, ¿pero quién representa los intereses de la juventud árabe sunita? Nadie. Los agitadores de Al Qaeda son agentes de la inteligencia occidental, no verdaderos líderes a quienes seguir. Un líder árabe sunita independiente y anti-imperialista no ha emergido en el plano político de Medio Oriente desde el ataque de bandera falsa del 11-S.

Algunos pensaron que Morsi de la Hermandad Musulmana sería un fuerte líder sunita, pero se alió con Estados Unidos e Israel en relación a Siria, así que obviamente no está interesado en oponerse al imperialismo occidental y la agresión israelí contra musulmanes.

En este dilemma de liderazgo, Estados Unidos y Arabia Saudita han llegado y aprovechado el resentimiento sunita hacia el status quo. Han mal direccionado su justa ira contra dictadores como Gaddafi y Assad, adoctrinándolos para odiar a Irán y Hezbolá.

Los combatientes sunitas que componen el llamado Ejército Libre Sirio son feroces y salvajes, pero no son liderados por líderes visionarios que tomen en consideración sus intereses al largo plazo, así que su potencial luchador ha sido malgastado. No son carne de cañón para ser usada en intervenciones de la OTAN, y aquellos que sobreviven son exitosamente re-nombrados como enemigos fanáticos anti-estadounidenses.

La idea de que Al Qaeda es el enemigo de Washington es una burla. Por lo mismo me sorprendí cuando leí que los manifestantes en Egipto cantaron “Obama, aún existen millones de Osamas”. ¿En serio? ¿Existe un millón de agentes de la CIA en el mundo musulmán? ¿Existe un millón de peones dispuestos a dar su vida por promover la agenda de la CIA en la región?

Sin importar las verdaderas causas de las protestas y ataques a las embajadas estadounidenses, la verdad es que la emoción está superando a la razón, como sucedió el 11 de septiembre de 2001, cuando el pueblo estadounidense traumatizado reaccionó a los ataques exigiendo no una investigación sobre el fracaso de su inteligencia, sino una declaración de guerra.

Una vez que la gente se aleja colectivamente de la realidad y se une a la manía de la guerra, es casi imposible persuadirlos para que piensen con claridad y racionalidad. El movimiento por la verdad del 11-S está atravesando un momento difícil tratando de persuadir a intelectuales liberales y libertarios de que el 11-S fue un autoatentado, un trabajo interno. Están, mientras, defendiendo el mito irracional del blowback, negando la verdad y llamándola una “teoría de la conspiración”.