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La evidencia que incrimina a la CIA en tráfico de cocaína y financiamiento de contrarrevolucionarios

En una publicación del New York Times, fechada el 17 de julio de 1998, se lee:

La CIA siguió trabajando con casi dos docenas de rebeldes nicaragüenses y sus partidarios durante la década de los ochenta, a pesar de acusaciones de que éstos contrabandeaban drogas… La decisión de la Agencia de mantener a esos agentes pagados, o continuar tratando con ellos en una relación poco formal, fue realizada por altos funcionarios de los cuarteles de Langley, Virginia”.

En otras palabras, altos funcionarios de la CIA sabían que la Agencia estaba trabajando con narcotraficantes de los Contras y no hizo nada al respecto. Pero la noticia, incluso con el sorprendente titular “La CIA dice que usó a rebeldes nicaragüenses acusados de vínculos con drogas”, desapareció rápidamente de la luz pública. Ningún periódico de envergadura, revistas de noticias o cadenas televisivas, reportearon los hallazgos del New York Times.

¿Cómo se llegó a esto? Un diario importante publicando una noticia, quizás filtrada a propósito por la propia CIA, que admite lo que muchos han dicho por años… y luego, la atención desaparece.

Si has escuchado sobre alegatos contra la CIA y los Contras por narcotráfico, probablemente lo has hecho a causa de Gary Webb, periodista que en agosto de 1996 escribió varios artículos para el San Jose Mercury News. Titulada “Dark Alliance”, su serie conectó el tráfico de Contras entrenados por la CIA con la epidemia del crack que arrasó a Estados Unidos. Nunca dijo en realidad que la CIA sabía sobre las drogas, pero lo insinuaba claramente (el logo de la serie mostraba a una persona fumando crack, sobrepuesta a un sello de la CIA).

La serie provocó una tormenta de controversia. Los periódicos más grandes, específicamente el New York Times, Los Ángeles Times y el Washington Post, escribieron grandes columnas cuestionando la veracidad de los reportajes de Webb. Incluso el propio editor del periodista se retractaría posteriormente de sus conclusiones.

Pero la historia de Contras financiados por la CIA, involucrados en una red de tráfico de cocaína, no es nada nueva. Mucho menos la sorprendente falta de atención mediática en pos de llegar al fondo del asunto.

El primer reporte sobre Contras traficando cocaína para financiar su ejército fue publicado en 1985, en un artículo escrito por Robert Parry y Brian Barger de Associated Press. Luego de entrevistar a funcionarios de la DEA, Aduanas y el FBI, el artículo concluyó que existía evidencia de que los Contras estaban importando cocaína a Estados Unidos para apoyar sus esfuerzos rebeldes.

Ningún otro periódico realizó un seguimiento a la historia. Como ocurriría en el futuro, aunque la prensa ignoró los alegatos, el gobierno de Reagan no lo hizo. El Departamento de Justicia contactó a los editores de AP y les solicitó amablemente que borraran de su artículo toda referencia que conectara la red de narcotráfico de los Contras con John Hull, un “activo” de la CIA en Costa Rica.

Informaciones sobre las conexiones Contras/droga continuaron apareciendo. En 1987, las acusaciones llevaron eventualmente a una investigación en el Senado presidida por el parlamentario demócrata John Kerry de Massachusetts.

¿Pero qué fue lo que encontró el reporte final del Comité Kerry sobre el tráfico de cocaína en Nicaragua? Aquí hay un fragmento del resumen ejecutivo:

Es claro que los individuos que dieron apoyo a los Contras estuvieron involucrados en tráfico de drogas; la red de distribución de los Contras fue usada por organizaciones narcotraficantes, y elementos de los propios Contras recibieron a sabiendas asistencia financiera y material de narcotraficantes. En cada caso, una u otra agencia del gobierno estadounidense tuvo información sobre esto mientras ocurría, o la tuvo inmediatamente después”.

¿Cuál fue la respuesta cuando el reporte del Comité Kerry salió a la luz? Sólo cuatro periódicos reportaron los hallazgos del comité – ninguno en portada.

El artículo del New York Times, escondido en la página 8, sí mencionó uno de los descubrimientos más interesantes: “El Departamento de Estado pagó $806,401 dólares entre enero y agosto de 1986 a cuatro compañías que distribuían asistencia humanitaria a los Contras, pero que ‘eran poseídas y operadas por narcotraficantes”.

El diario de Oliver North contenía al menos dos entradas extraordinarias.

El 12 de julio de 1985, reunido con Richard Secord, jefe de North en el gobierno de Reagan:

$14M para financiar vinieron de drogas”.

Esta entrada, dada en parte en el Comité Kerry, fue primero reportada en la revista Newsweek. North asegura que no hizo nada malo y aseveró que el Comité Kerry sólo tenía carácter político y estaba “haciendo acusaciones salvajes”.

A lo anterior se suma esta entrada del 9 de agosto de 1985, presentada como parte del reporte especial del fiscal sobre el escándalo de Irán-Contras:

El DC-6 hondureño que está siendo usado para salidas de Nueva Orleans está siendo probablemente usado para salidas de droga hacia EEUU”.

North asegura que le contó a la DEA sobre este avión. En 1994, el Washington Post decidió verificar la declaración de North. El Post entrevistó a altos funcionarios de ley, tanto de la DEA como de Aduana, el Departamento de Estado, la CIA y la Casa Blanca, incluyendo a algunos que se habían reunido con North cuando la entrada fue escrita. Cada uno de ellos dijo que North nunca les pasó esta información.

Los diarios de North no fueron la única evidencia que resultó de las audiencias de Irán-Contras. El jefe de la Central American Task Force de la CIA, Alan Fiers, testificó durante la audiencia: “Con respecto a (tráfico de drogas de) las fuerzas de resistencia… no es un par de personas. Son muchas personas”.

En 1991, la imprenta de la Universidad de California publicó “Cocaine Politics: Drugs, Armies, and the CIA in Central America” (Política de cocaína: drogas, ejércitos y la CIA en Centroamérica). El libro, escrito por Peter Dale Scott, un profesor de inglés, y Jonathan Marshall, en ese entonces editor de economía del San Francisco Chronicle, contenía lo que sigue siendo la evidencia más detallada y extensa sobre narcotráfico de los Contras y sus conexiones con la CIA. El libro, mayormente basado en testimonios del Comité Kerry y otras fuentes públicamente disponibles, recibió buenas críticas en reviews de muchos periódicos. Ninguna organización periodística de envergadura, no obstante, hizo algún reporte sobre él.

La controversia del “Dark Alliance”

La información se mantuvo fuera de los medios durante los siguientes cinco años. Entonces, Gary Webb y el San Jose Mercury News publicaron “Dark Alliance”. La serie no aportó mayores detalles sobre la conocida historia de la CIA, los Contras y las drogas, pero sí llegó a una grave acusación: que la operación de narcotráfico de los Contras tenía una responsabilidad importante en la epidemia de crack en Estados Unidos.

Los otros periódicos atacaron a Webb por, entre otras cosas, sugerir que los cuarteles de la CIA sabían sobre el contrabando de drogas de los Contras. Su propio diario se retractó de aquella aseveración también. Jerry Ceppos, editor ejecutivo del San Jose Mercury News, escribió en una editorial “La historia tenía razón en muchos puntos importantes”. No obstante, señaló que “era incorrecta en implicar un conocimiento de la CIA sobre el tráfico de drogas de los Contras”.

Ese mismo conocimiento sería admitido por el New York Times con posterioridad.

Irónicamente, fue el título y la gráfica de las publicaciones las que implicaron directamente a la CIA en el contrabando de narcóticos. Los títulos y agregados gráficos son raramente responsabilidad del autor.

Un gran compilado de los reportajes de Webb y la respuesta de los grandes periódicos apareció en el Columbia Journalism Review, en un artículo escrito por Peter Kornbluh, analista del National Security Archive. Kornbluh concordó con las afirmaciones de importantes diarios de que los escritos de Webb contenían hipérboles y exageraciones. Pero también indicó que las refutaciones tenían problemas similares. Concluyó que al atacar los reportajes de Webb en vez de seguir las pistas, la prensa “eludía su deber mayor”.

Las nuevas evidencias

Tanto el Departamento de Estado como la CIA iniciaron investigaciones a raíz de la serie “Dark Alliance”. Los resultados desecharon cualquier evidencia que diera crédito a la versión de Webb.

La CIA decidió separar sus hallazgos en dos reportes. El primero, con el conciso título de “Volumen I: La Historia de California”, alejaba a la CIA de toda culpa, con una interesante excepción: La CIA reconocía que había contactado a la oficina del Fiscal General de EEUU en San Francisco preguntando si el dinero incautado en una redada de drogas – la más grande en la historia de California – podía ser devuelto al acusado. El dinero, dice la CIA, no había sido parte de la operación de drogas, sino que pertenecía a los Contras. Según los cables desclasificados de la CIA como parte del reporte: “El Fiscal de Estados Unidos fue muy deferencial a nuestros intereses”.

El reporte del Departamento de Justicia, en tanto, retrasado en meses por una “investigación en curso”, fue finalmente liberado en julio de 1998. Su enfoque fue limitado en cuanto a resolver si las investigaciones o persecuciones penales del Departamento de Justicia habían sido afectadas por las supuestas conexiones entre la CIA, los Contras y las drogas. Estaba de acuerdo con la CIA: la agencia de inteligencia sí había intervenido en un caso de drogas en Estados Unidos para favorecer a los Contras.

Pero la revelación más sorprendente no apareció en ningún reporte. En vez de ello, salió a la luz durante una presentación del inspector general de la CIA, Frederick Hitz, ante el Congreso, exhibiendo fragmentos del primer volumen.

Durante su testimonio, Hitz reveló por primera vez un acuerdo muy especial entre la CIA y el Departamento de Justicia: la CIA no debía reportar si sus agentes no-empleados, pagados o no pagados, estaban traficando drogas. El acuerdo secreto, que se mantuvo en efecto desde 1982 a 1995, no fue mencionado en el reporte de la CIA, ni copiado a ningún documento de acceso público. El representante Maxine Waters de California obtuvo más tarde una copia del mismo.

En otras palabras, no fue sólo la incompetencia o falta de interés lo que llevó a la CIA a ignorar que sus operadores traficaban drogas: fue parte de una política oficial. Casi ningún medio importante reporteó la existencia de este acuerdo. La única excepción fue el Washington Post, el cual mencionó la existencia de un documento en la Página A12, en el sexto párrafo de un artículo de 500 palabras.

El segundo volumen del reporte de la CIA permanece clasificado, y según la Agencia, no hay planes para darlo a conocer. Pero ello no quiere decir que no podamos echar un vistazo. ¿Recuerdan el artículo del New York Times mencionado al comienzo de esta publicación?

El artículo, escrito por James Risen, se fundamenta en fuentes anónimas para hablar sobre el segundo reporte de la CIA. No está claro si Risen vio el reporte directamente. Cuando este medio llamó a Risen para consultarle si había visto el reporte o sacado la información de una fuente para describirlo, el periodista señaló, “mejor no decirlo”.

El artículo resume el reporte diciendo “ninguna orden clara fue dada a oficiales de campo sobre cómo investigar las acusaciones de droga”. Lo que la publicación nunca menciona, inexplicablemente, es un conjunto de órdenes claras que sí han sido reportadas, por ejemplo, el acuerdo entre la CIA y el Departamento de Estado, que encubría la responsabilidad de agentes que traficaran drogas.

2 comentarios
  • Anónimo
    14 febrero 2013 at 11:10 pm -

    Interesante articulo. Es muy probable que en Chile ocurra los mismo, como fieles adeptos de la economia norteamericana y de libre mercado

  • Anónimo
    15 febrero 2013 at 11:45 am -

    Donde impera la hipocresía, estas realidades son invisibilizadas con la anuencia del stablishment «moralista y cómplice»